Queridos amigos, el tema de hoy es “¿A quién debo dar mi confianza y a quien no? y va dedicado con mucho cariño a mis amigas (os) mágicas (os) Esmeralda, Olga, Natividad, Andrés, Eduardo y Amelia, quienes pese a no vivir todos en Lima mantienen conmigo un nexo especial desde que fuimos pequeños y con quienes comparto tareas especiales en estas tierras de paso. Chicos, ya sé que tardé con este post, pero ahí les va.
Ser auténtico es uno de los mayores retos del hombre moderno. A la mayoría de la gente le cuesta serlo por temor a ser rechazado, por prejuicios y sobre todo por cobardía, la misma que pudo forjarse por temperamento o por haber sufrido juzgado desde muy pequeño (a).
Todos nacemos con habilidades diferentes, las mismas que pueden ayudarnos a crecer y alcanzar metas importantes para desarrollarnos y ser lo que se llama “felices”.
Sin embargo, algunas de esas habilidades, talentos o facultades no pueden ser entendidas por muchos así intentes explicarlas, entonces queda a los que las tienen saber hablar, saber callar y también saber renunciar al tipo de contacto con personas que no logran comprendernos y solo se dedican a cuestionarnos y juzgarnos por falta de cultura o por falta de inteligencia emocional.
Por ello, desde Zéfiro quiero exponer ¿A quién debo dar mi confianza y quién no?
1.- A la gente veraz y gentil: En estos tiempos es tan complicado hallar gente honesta y gentil, pero si se topan con ellas pues bendito sea el señor porque suelen ser personas con las que se puede charlar sin temor a ser juzgado y sobre todo es gente empática, sabe comprender.
Si por ejemplo les ha pasado que han sido en un principio como son y han recibido de la otra parte mentiras, intento de manipulación e hipocresía pueden perdonar, pero no vale la pena confiar en gente así; lo oculto, lo poco limpio rompe la confianza, mata la admiración y esfuma la posibilidad de darse y abrirse hacia gente que vive a la defensiva.
Para ser gentil hay que tener agallas y un don de gente que solo nace desde los valores como la bondad y espiritualidad. La gente amable y bondadosa es la que uno más recuerda, esa con la que provoca siempre charlar y darles mucho cariño.
2.- A la gente que no te juzga ni te prueba: Por prejuicios, por temor, por heridas del ayer no sanadas y por soberbia existen personas que solo saben juzgar, que necesitan pruebas constantes de lo que eres y analizan cada actitud tuya para hallar defectos, es una actitud elegida para asegurarse de que el contacto contigo no será nocivo. Y no digo que no sea correcto ser cauto y observadores, pero no es sano ni bondadoso pasarse los días poniendo trampas y pruebas a la gente para tener la certeza de que son personas sanas y de valores.
Esto puede ocurrir a nivel laboral, amistoso o sentimental; no existe agresión más macabra que elaborar estrategias para comprobar que alguien no vale nada, como si se tratara de alguien que no es humano, como si fuese un animal de experimento.
Y resulta indudable que quienes han pasado por este tipo de maltratos y juegos psicológicos deben asumir que no pueden dar lo mejor de sí la gente que lo hizo, no deben abrir su alma ni regalar su luz a gente que se olvidó que tienen alma y que con la vara que miden serán medidos.
3.- A la gente que sabe pedir perdón mirándote a los ojos: Mi abuela preciosa que en paz descanse me decía de niña “Se pide disculpas cuando pisas un callo, si ofendes, fallas o haces algo malo adrede se dice PERDON” y cuánta razón tenía porque no es posible creer en el arrepentimiento de alguien sino sabe decirlo a la cara y con la mirada sostenida. Por lo general la gente soberbia y poco bondadosa suele agachar la cabeza, no mirar y decir en tono bajísimo “Discúlpame” y no queda más que comprender que quizá no tienen fuerza, no se los enseñaron y temen asumir errores.
La palabra Perdón dicha desde el alma, con convicción es sanadora, reparadora y es la única vía que puede con el tiempo restaurar la comprensión. Pero también es cierto que no estamos obligados a continuar hablando o viendo a alguien en que no confiamos más porque uno tiene la libertad de elegir a quienes abrir su corazón y a quienes regalarles lo mejor de si.
4.- A la gente que sabe escuchar y reivindicarse: No solo basta con pedir perdón cuando se comete una falta o muchas faltas, también es preciso saber escuchar a las personas y si es posible rectificar un error sin perder la identidad y sin dejarse manipular pues ello es un indicio de que la persona que falla es realmente honesta. Todos podemos fallar, pero no cometer los mismos errores siempre porque ello indica que en el fondo no se desea ser mejor persona.
No confiar en alguien no implica vivir a la defensiva, pero si asumir que se es capaz de elegir no entablar una relación estrecha con gente con la que jamás ha existido una conversación sincera y profunda sobre la relación humana que se tenga con ella. No es posible permanecer inmutable ante personas que no supieron valorar la sinceridad que se dio y la gentileza que se otorgó en su momento.
Cuando alguien nos falla es normal experimentar desilusión, reducir o anular la admiración y consideración que se tenía por ella y finalmente por convicción y por madurez es preferible dejar que esas personas pasen por nuestro camino sin dejar huella, sin esperar más de ellas, sin guardarles rencor, solo comprendiendo que no existía sintonía de valores para llegar a la armonía y suele ser recomendable alejarse de ellas por completo para cultivar amistades y vínculos estrechos con gente que sea más madura, sobre todo a nivel emocional.
Y si llegado el momento les reclaman el hecho de alejarse, no se inmuten, decidan lo que crean les conviene y no gastes energías dando largas explicaciones a gente necia o que no los conoce realmente.
Ya sabes lectores, abrir el alma a alguien es un regalo que se puede dar solo cuando existe sintonía y bondad mutua
Les dejo esta linda canción que es una de mis preferidas cuando escribo y espero los relaje y ayude a meditar.
Que tengan un día lleno de paz y encuentro con sus almas, esa que solo es gris si ustedes lo permiten.
Manjarí (Bendiciones)